El mes de agosto de 1934, con la muerte del presidente alemán Paul von Hindemburg, comienza uno de los episodios más oscuros y terribles de la Historia: el Tercer Reich y su horrible y estremecedora consecuencia, el Holocausto nazi.

Más de seis millones de judíos

Con la subida de Adolf Hitler al poder, el país comenzó a regirse por una política que, más que como tal, apareció ante el mundo como una extraordinaria epidemia de propagandas y férreos ideales, una dictadura sin precedentes asentada en una fé totalmente ciega, que extendió por toda Europa la destrucción y el horror.

La política exterior nazi se basaba en la creencia de que Alemania era una especie de Estado elegido para extender una población biológicamente pura, y racialmente superior.

Las mujeres, en su papel “privilegiado”, eran las encargadas de procrear cuantos más niños puramente arios fuese posible.

Los militares nazis, por su parte, se encargaban de imponer y expandir esta creencia por la fuerza, destruyendo a su paso todo lo “impuro” y racialmente inferior. Así, todos los judíos y gitanos tenían que desaparecer, debían ser irremediablemente exterminados.

El enemigo racial número uno, los judíos, se colocaron en el punto de mira del Reich, y así fue cómo dio comienzo uno de los genocidios más siniestros, conmovedores e inhumanos de la Historia mundial.

Hablando en cifras, más de seis millones de judíos, entre hombres, mujeres y niños, fueron hechos prisioneros en campos de concentración. Muchos de ellos murieron a consecuencia de enfermedades, epidemias, o trabajos forzados; los demás, fueron asesinados cruelmente en las cámaras de gas.

Los autógrafos de los nazis

La realidad que me ha inspirado para realizar un estudio grafológico sobre personajes tan poco amables y, paradójicamente, tan poco inspiradores, es el hecho de haber encontrado rasgos comunes significativos, al comparar los autógrafos de algunos de los principales líderes del nazismo con el simbolismo del régimen.

No se trata tanto de identificar a personajes asesinos implacables o sanguinarios, sino a individuos fríos, de carácter intransigente e inflexible, con destacadas dotes de mando y liderazgo autoritario, significativa audacia y tenacidad y, en todos ellos como rasgo cierta e indiscutiblemente común, un temperamento airado, carismático y fuerte.

Su misión era parecer y hacer creer que su verdad estaba por encima de todas las cosas, que no existía justicia sino en su vara de mando, y que habían de ser modelos a seguir por todos, ya que estaban por encima de todos y de todas las cosas.

Un modelo claro y muy visual de este simbolismo en la escritura nazi, lo encontramos en la firma del juez Roland Freisler. En la imagen, se aprecia la singular similitud entre la forma de su firma autógrafa y el saludo nazi representado en la figura de Hitler.

El rasgo de la mayúscula inicial, con marcada presión vertical revela esa vara de mando que no admite oposición. Y la línea superior, de orientación horizontal-derecha, se dirige, igual que el brazo y la mano en el saludo, hacia esa zona de dictado de poder, de rebeldía, de objetivos y aspiraciones firmes, de defensa cortante e implacable ante todo lo que se oponga a ese gesto de superioridad e imposición, que no deja lugar a réplica.

El rasgo final en la “r” de Freisler parece repetir ese gesto de oposicionismo y defensa de ideales a ultranza, y curiosamente también podemos encontrar el mismo rasgo en la escritura de Heinrich Himmler.

La escritura de Himmler combina además la fuerza de temperamento, la inflexibilidad y la intransigencia del trazado anguloso, con la presión vertical y con los pies de letra en forma de hiriente cuchillo. El equilibrio, la frialdad y la ausencia absoluta de piedad o compasión juegan aquí sabiamente con el uso del resentimiento, la agresividad y la ira profundamente hiriente.

Cuando nace un niño judío no sé qué hacer con él: no puedo dejar al bebé en libertad, pues no existen los judíos libres; no puedo permitirles que vivan en el campamento, pues no contamos con las instalaciones que permitan su normal desarrollo; no sería humanitario enviarlo a los hornos sin permitir que la madre estuviera allí para presenciar su muerte. Por eso, envío juntos a la madre y a la criatura. (Joseph Mengele)

También es llamativa y singular la escritura de Joseph Mengele, el polémico doctor del campo de concentración de Auschwitz, a quien se conocía como “el ángel de la muerte”. Sus trazos no gozan del poder imperativo de los dos personajes anteriores, sino dan muestra de una personalidad mucho más social y de una apariencia engañosamente amable e incluso seductora. El trasfondo, sin embargo, es oscuro, inflexible, y muestra a una personalidad racional, extremadamente observadora, muy perspicaz, inteligente y tenaz. Se aprecia una notable inestabilidad emocional en el sádico doctor, así como una sofocante lucha por mantener, alentar y sobreponerse constantemente al desaliento y a la frustración.

Miente, miente, miente, que algo quedará. Cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá. (Joseph Goebbels)

 Según sus biógrafos, Joseph Goebbles padecía un trastorno narcisista de personalidad, se vanagloriaba en público de su poder y de su apariencia, y gustaba de recibir constantemente halagos y reconocimientos de su valía, pero su escritura pequeña, apretada, excesivamente controlada, de tono frío e incisivo como el filo de una aguja, nos habla de una persona llena de complejos.

Ministro de Propaganda en el Tercer Reich, gran orador y devoto de Hitler, Goebbles era también, y como él mismo gustaba de predicar, un gran mentiroso. Su escritura de líneas sinuosas nos habla de maquinaciones y engaños calculados, controlados y muy bien hilados con su fina capacidad de observación y análisis.

Sorprende comprobar, vistas las muestras, cómo cuatro personas de perfiles tan diferentes podían ser tan sorprendentemente compatibles, y encajar a la perfección, como piezas de un puzzle, aportando cada uno su particular ingrediente en el entramado de horror y deshumanización profunda, que constituyó la siniestra maquinaria política e ideológica del nazismo.

Sandra Mª Cerro
Grafóloga y Perito calígrafo
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