¿Cuántos grafólogos nos hemos visto alguna vez en el brete de tener que explicar a qué nos dedicamos realmente? El hecho de que la grafología sea una materia un tanto desconocida, tiene sus inconvenientes y ventajas.

La ventaja es que, cuando a alguien que acabas de conocer le dices que eres grafóloga, es divertido ver su cara de sorpresa y cómo enseguida comienza a dar su versión de lo que cree que haces, mientras te mira fijamente y con una amplia sonrisa, como si fuese un bicho la mar de original.

El inconveniente es, precisamente, cuando la versión de esa persona sobre lo que cree que realmente haces, es una de las que voy a exponer a continuación:

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Cuando creen que un grafólogo es un adivino o una pitonisa

El individuo en cuestión te visualiza mirando el manuscrito fijamente, como si fuera una bola de cristal, agitando los dedos encima de él, y poniendo los ojos en blanco para adivinar su personalidad…¡qué digo! su personalidad no, su futuro directamente, y poder saber, como alguien me consultó en una ocasión, si va a morir joven y cositas similares… U otros avispados que te saltan “¡Ah! ¡¿Y me puedes leer también las líneas de la mano?!” ¡¡¡¿¿¿???!!!

A éstos hay que dejarles claro que lo que refleja y de lo que puede hablar nuestra escritura es del presente, de la personalidad que manifestamos en el momento en que redactamos el escrito. Al igual que un espejo nos devuelve nuestra imagen impecable, bien cuando nos levantamos por la mañana con los pelos de punta y los ojos hinchados, o bien cuando, a punto de salir a una fiesta, nos regala la imagen llena de color, frescura y aspecto brillante, así la escritura refleja también lo malo y lo bueno de nuestro peor o mejor momento, con todas las circunstancias que lo impregnan.

Como dijo Ortega y Gasset “Yo soy yo y todas mis circunstancias”, así nos reflejaremos en todo lo que escribamos, desde nuestro Yo más íntimo y privado, hasta las circunstancias que lo disfrazan de forma coyuntural, tales como los estados de ánimo, la salud, la vitalidad física, etc.

Son muchas cosas, y hay que dejar claro también que ese estudio no se realiza en un rato, ni en una hora ni en dos, y que consiste en un trabajo técnico, delicado y de gran profundidad de análisis, además de una enorme y seria responsabilidad.

En definitiva, y para explicarlo de una forma sencilla y corta, un grafólogo es un psicólogo de la escritura. Con esta explicación, podemos quedar justos y bien.

 

Cuando piensan que un grafólogo es un médico o un psicólogo

En este caso, hay que advertir al cliente que un grafólogo no diagnostica, sino, como mucho, puede pronosticar; ni le va a curar de nada, ni le va a resolver sus problemas existenciales, tan sólo puede acertar a plantárselos delante y que él mismo decida si debe acudir a otro especialista o no. El grafólogo no es un terapeuta, y nunca debería ejercer como tal, salvo que además sea psicólogo, y en tal caso, pudiera proceder seguidamente a una consecuente terapia; pero, en principio, hablamos de profesionales independientes, y al cliente hay que hacérselo saber tal cual.

Esta confusión surge, muchas veces, incluso entre lo propios psicólogos, que tienen a los grafólogos como intrusos en su profesión. Un grafólogo con ética que se precie, nunca debe intervenir en la función del psicólogo. Y un psicólogo mínimamente culto debería entender al grafólogo como un profesional complementario, sin malentender su trabajo como intrusismo profesional.

 

Cuando creen que el grafólogo es el que hace o te enseña a hacer la letra más bonita

En este caso, entran dos conceptos profesionales más: calígrafo y grafoterapeuta. No ha sido única la vez que me han solicitado servicios para diseñar tarjetas de visita, cartelería, o incluso para restaurar caligrafías antiguas. Incluso, en una ocasión, para mi sorpresa, una persona me pidió que yo le “restaurara” una firma del general Francisco Franco, que tenía en un documento en su casa, y que estaba perdiendo nitidez. Me quedé blanca ¡glups!

No es inusual confundir al grafólogo con el calígrafo.

También son muchas las personas que consultan diciendo que tienen una letra muy fea, y que quieren cambiarla, y aprender a hacerla más bonita. Quizás un grafoterapeuta podría ayudarles con esto, aunque en consecuencia también podría cambiarles otras cosas… Aquí ya no me meto, ya que no es mi especialidad, y me limito a derivarles a otro tipo de profesional.

 

El perito calígrafo es, por el contrario, un profesional mucho más conocido y también “reconocido”, menos propenso a confundirse con el grafólogo, aunque a veces también.

Otro tipo muy común es aquel al que, cuando dices que eres grafólogo, te replican emocionados: “!Ah, tu eres de esos que leen la firma¡”, y en un segundo te están poniendo ante la nariz un garabato sobre una servilleta de papel… Lo que te quedan son ganas de responder “¡Pobre de ti si te “leo” solamente la firma!”. Y es que muchas veces ¡¡qué difícil resulta explicar en qué consiste esta bella profesión!!

Sandra Mª Cerro

CENTRO DE GRAFOLOGÍA SANDRA CERRO

sandracerro.com

Conviértete tú también en GRAFÓLOGO y descubre los secretos de esta técnica apasionante

Descubre en este video cómo nuestra escritura revela aspectos de nuestra personalidad y cómo trabaja el grafólogo.

grafología y personalidad