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Llegará un día en que no haya más campos de batalla que los mercados que se abran al comercio y los espíritus que se abran a las ideas.

Llegará un día dónde las balas de cañón y las bombas sean reemplazados por los votos, por el sufragio universal de los pueblos, por el venerable arbitraje de un gran Senado soberano que será en Europa lo que el Parlamento es en Inglaterra, lo que la Dieta es en Alemania, lo que la Asamblea Legislativa es en Francia.

(Víctor  Hugo, Congreso de la Paz, 1849 – Discurso de apertura)

 

 

He de reconocer que siento especial admiración por los hombres valientes; no por esos valientes que, espada en mano, emprenden batalla, sino por aquellos valientes, visionarios, cuyo extenso y tortuoso campo de batalla es la vida misma, y la empuñadura de su espada reside en su corazón.

Víctor Hugo fue uno de esos valientes, uno de esos visionarios cuyas vidas e historias se adelantan a los tiempos y que, por llegar a formar parte del gran Libro de la Historia, puede contemplar el mundo cómo ésta, la Historia agradecida, con el tiempo les da la razón.

Escritor, poeta, dibujante, dramaturgo, fotógrafo, filósofo y político, fue Hugo, en todas las facetas prácticamente autodidacta, un creativo que no se puso fronteras ni al pensamiento, ni al espíritu, ni a la creación.

Nació en Besanzón, tan solo dos años después de arrancar el siglo XIX, un 26 de febrero de 1802, y pasó sus primeros años en París.

Como su padre era militar, tuvo diversos destinos en Nápoles y también en España, así que Víctor Hugo residió en Madrid, siendo adolescente, como interno en un seminario de nobles. Su pasión por la literatura le apartó de sus estudios de Matemáticas y comenzó a ganar los primeros premios de poesía.

En 1822 se casó con Adele Foucher, con la que tuvo cinco hijos, pero su matrimonio fue un fracaso, hasta el punto de que ambos cónyuges mantenían relaciones paralelas con otras personas.

El gran amor de Víctor  Hugo fue su gran amiga y maestra, la actriz Juliette Drouet.

También en los asuntos políticos tuvo “amores” dispares. Educado en la monarquía, fue confidente del rey Luis Felipe I por lo que fue nombrado par de Francia.

Con las revueltas de 1848 fue dando pasos en pos del establecimiento de una república para el país.

Así, fue elegido diputado por la Asamblea de París y apoyó la candidatura de Luis Napoleón Bonaparte. Pero supo renegar a tiempo del absolutismo dictatorial del nuevo mandatario y, tras el golpe de estado de 1851, se exilió voluntariamente a Bélgica.

Victor Hugo familia

 

Los que padecéis porque amáis, amad más aún. Morir de amor es vivir

(Víctor  Hugo, “Los Miserables”)

Víctor  Hugo cumple con el clásico paradigma romántico que alaba lo humano, que ensalza lo puramente humano por encima de todas las cosas, y que encumbra a los sentimientos muy por encima de los convencionalismos sociales y de la razón.

Así, en su obra cumbre Los Miserables, contextualizada en la revolución de 1848, convierte a los míseros y marginados en héroes de la vida, enfrenta en dura contienda a la compasión frente al poder de la justicia más implacable y absoluta, y también, como todo buen romántico que se precie, hace triunfar al amor.

Los Miserables es, de hecho, un himno al amor en todas en todas sus formas posibles; una historia de amor completa, un manual de Amor incomparable, que aún hoy mantiene intacta toda su vigencia.

Los miserables

 

La vida, el sufrimiento, la soledad, el abandono, la pobreza, son campos de batalla que tienen sus propios héroes; héroes obscuros, a veces más grandes que los héroes ilustres. (Víctor  Hugo, “Los Miserables”)

Deslizando la mirada por los manuscritos del escritor, nos salta a la vista la delicadeza de sus letras, esa actitud sobrealzada y la elegante autoridad que parecen estar marcando las rectas verticales y, sobre todo, el espíritu entusiasta que reside en el ascenso ligero de los renglones.

Ahí mismo se encuentra la esencia del hombre romántico, el revuelo de ideales, el ímpetu fascinado del que cree y defiende su causa, el hombre como abanderado y como héroe.

La cadencia de su escrito, su cuidada continuidad y su dinamismo, nos habla también de pensamiento ágil, persistencia, tenacidad en los empeños, elocuencia y facilidad para el trato social, y para adaptarse a los cambios y circunstancias diversas.

Tal vez, la dirección imbricada descendente de las líneas podría darnos pista de cierta frustración camuflada que trata constantemente de sobreponerse, índice quizás de condiciones no gratas que empujan e impulsan al vuelo, en cambio, al hombre perseverante y valiente, que no se rinde ante la adversidad.

 

Nada mejor que el sueño para engendrar el porvenir. La utopía de hoy es carne y hueso mañana.  

 Victor Hugo Autógrafo

Aunque la genialidad del hombre romántico se ve, en ocasiones, coartada por la incomprensión del entorno y, en consecuencia, por la frustración anímica, espiritual y creadora, en el caso de Víctor  Hugo se compensa con su inmensa habilidad para adaptarse a los ambientes y vientos, y con el entusiasmo de su ánimo y la actitud positiva, que le acercan al futuro con afán de emprendimiento, lucha, vehemencia y convicción.

La tendencia decreciente en las palabras nos da indicios de capacidad de observación, de sagacidad, de saber sacar el mejor partido de los acontecimientos, adversos o no, a base de profundizar en ellos, entenderlos y comprenderlos.

Y la ligazón de los trazos en la zona superior no deja, por supuesto, de hablarnos de inteligencia estratégica, de razonamiento, de pensamiento despierto aunque en el caso de este autor, como es propio de los románticos, deja imperar al mandato del corazón por encima de la razón.

La pasión, el espíritu compasivo, la conciencia de destino y el instinto protector, hacen de Víctor Hugo un hombre humanamente bueno y comprometido con las causas que hacen más hombre y más puro al ser humano: la honestidad, la coherencia con los propios ideales, la generosidad y, ante todo, el amor por bandera…

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Tras un exilio de veinte años, entre Bélgica y Reino Unido, Víctor Hugo regresó a París, con la caída de Napoleón III, en 1870, y fue elegido nuevamente diputado y miembro del senado.

Cuando decidió que sus años en la política habían sido suficientemente fructíferos, se marchó a su retiro favorito en la isla de Guernesey.

Tal fue la influencia histórica del insigne autor que, a petición popular, los funerales de Víctor Hugo tuvieron honores nobiliarios.

De hecho, fue la primera persona del pueblo llano que, sin ser miembro del clero o de ejército, ni noble, era enterrada en el Panteón de París.

Aquel 1 de junio de 1885, millones de parisinos y extranjeros, salieron a las calles para acompañar con su silenciosa presencia, su humilde respeto y sincero pesar, el féretro de Víctor Hugo.

Un hombre bueno, un hombre llano, un hombre del pueblo, recibía el primer homenaje popular multitudinario de la Historia, que hasta entonces sólo hubiera sido digno de un jefe de estado.

Ya brilla la aurora fantástica, incierta,

velada en su manto de rico tisú.

¿Por qué, niña hermosa, no se abre tu puerta?

¿Por qué cuando el alba las flores despierta

durmiendo estás tú?

Llamando a tu puerta, diciendo está el día:

«Yo soy la esperanza que ahuyenta el dolor».

El ave te dice: «Yo soy la armonía».

Y yo, suspirando, te digo: «Alma mía,

yo soy el amor»


 

Aquí puedes ver el documental «Grafoturismo por Madrid» Episodio 6, dedicado al estudio grafológico, biografía y rincones de vida en Madrid de Víctor Hugo.

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Sandra Mª Cerro

Grafóloga y Perito calígrafo

sandracerro.com