La actualidad nos lleva hoy a centrar la atención en el príncipe Harry de Inglaterra y en la actriz norteamericana Maghan Markle, con motivo de su reciente boda. Me apetecía muchísimo poder analizar la grafía de la actriz, pero me he encontrado con un inconveniente que, por otra parte, me viene al pelo para matizar algo importante sobre las limitaciones que, en ocasiones, puede encontrarse el grafólogo a la hora de analizar un manuscrito. ¿Qué cuál es ese inconveniente? Pues que Meghan trabajó como calígrafa durante unos años y esto provoca que su escritura esté condicionada por una gran deformación profesional.

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En una entrevista concedida por ella a una conocida revista hizo las siguientes declaraciones:

“Fui a una escuela católica de chicas durante seis años y en aquel momento los niños tenían clase de caligrafía. Siempre he tenido predisposición para hacer la letra cursiva muy bien. Y eso acabó convirtiéndose en un trabajo de pseudocamarera cuando estaba en la entrevista de trabajo. Así que al final no serví mesas. Me encargué de la caligrafía para los invitados de la boda. También trabajé escribiendo las cartas que enviaba Dolce & Gabbana para las celebridades durante las vacaciones.  Estoy contenta de que en un mundo en el que nadie parece apreciar ya la caligrafía, yo haya tratado de mantenerla viva”

Si observamos la grafía de Meghan podemos observar la presencia de más forma que movimiento y de una total ausencia de soltura y de espontaneidad. Las letras están más dibujadas que escritas. No se trata tanto de escribir como de dotar de rasgos artísticos a las letras. Son muy bonitas. De eso no cabe ninguna duda. Pero son rígidas, exentas de vida, de fluidez y de soltura. Están recubiertas de artificio con intenciones creativas, pero forzadas y frías al fin y al cabo. Si un grafólogo se atreviera a interpretar la personalidad de Meghan basándose en estos rasgos gráficos, encontraría muchos aspectos negativos: actitudes defensivas, falta de ética, temperamento rígido, altanería y orgullo, rasgos de manipulación y acusadas tendencias materialistas, entre otros. Por eso, hay que saber diferenciar cuándo se trata de una escritura natural y espontánea del escribiente y cuándo se trata de una caligrafía artística, que está forzando y a la vez encubriendo el temperamento y la auténtica forma de ser.

Estas letras artísticas nos levantan un muro para que no podamos descubrir la verdadera forma de ser de la duquesa de Sussex. Tan sólo, y cogiéndolo con pinzas, se podría decir de ella que tiene un exquisito gusto estético y que es meticulosa, precisa y perfeccionista. Algunos rasgos se atisban también de elevada autoestima, orgullo de sí misma y evidente coquetería. Pero, como decimos, la muralla que construye ante ella no nos permite ver mucho más allá. Ocurre lo mismo con las personas que escriben siempre con letras mayúsculas. La información que la grafía nos podría dar sobre su carácter queda velada por una pantalla que oculta el verdadero ser.

En definitiva, si no podemos ver su grafía original y natural, no podríamos hacer un análisis grafológico. Y esto es importantísimo tenerlo en cuenta porque podríamos incurrir en errores graves de interpretación. Hay por ahí algunos autógrafos, en los que sí se aprecia mayor soltura, pero claro, son únicamente firmas, y ya sabemos que una firma por sí sola poca información puede darnos sobre el carácter si no está acompañada de un texto con suficientes grafías.

En el caso de Meghan Markle es una pena no poder llegar al fondo de la personalidad auténtica de la protagonista de este cuento de hadas del siglo XXI.  No obstante, no perdamos la esperanza. Con suerte, dentro de un tiempo, aparece algún autógrafo o algún escrito suyo realizado con su escritura natural, y que sí podamos analizar.

Sandra Cerro – Grafóloga y perito calígrafo

www.sandracerro.com