Muchas han sido las mujeres que han dado ejemplo de tesón, fortaleza, carisma y liderazgo a lo largo de la Historia, pero no cabe duda de que ella, la reina Isabel II, ha sido la que ha dotado a estas cualidades de mayor longevidad, siendo capaz de mantenerlas intactas a lo largo de su vida, y sabiendo ser por ello además un icono inigualable e inolvidable.

La biografía de esta carismática reina es por todos conocida, por lo que voy a obviarla en este pequeño homenaje en el que prefiero centrarme en su faceta más inexplorada, en el reflejo que de su personalidad nos traslada su escritura.

Una mente brillante e ingeniosa

Las cartas de la monarca británica delatan a una mano ágil, dictada por una mentalidad despierta, creativa y muy ingeniosa. Su Real Majestad debió de ser muy chisposa, aguda en las improvisaciones, graciosa y con un gran sentido del humor, tal cual nos trasladan sus grafías llenas de gracia, soltura y originalidad tanto en las formas como en las ligaduras interletras.

Fue sin duda una mujer muy inteligente, con un estilo de razonamiento muy orientado a la estrategia y con facilidad para anticiparse a los acontecimientos con visión astuta y sagaz. Nada podía pillar desprevenida a la reina; era capaz de ir por delante de las situaciones, anticiparse a los eventos y tomar decisiones de forma prudente y con un gran autodominio ante situaciones de crisis.

Carta de la reina Isabel II

Fragmento de carta de la Reina Isabel II fechada en 1960.

Un indómito espíritu infantil

Fue una mujer muy activa, tanto mentalmente como de acción, vital y entusiasta. Latía en su interior un indómito espíritu infantil que, además de delatarlo su escritura, también se reflejaba en sus ojos brillantes y llenos de curiosidad por la vida. Era una mujer sensible y disfrutona, capaz de vibrar y dejarse sorprender por las pequeñas cosas. Necesitaba buenas dosis de ilusión para mantenerse viva en su día a día y procuraba escapar de la rutina en cuanto le era posible. Muy lejos de la imagen tradicional de la monarquía que representa, no era ni mucho menos una mujer convencional ni apegada a las costumbres o a las rutinas. Era, por el contrario, un alma inconformista y proclive a diversificar sus actividades en una gran variedad de intereses y aficiones, todas ellas, a poder ser, de tipo creativo.

Emblema de carisma y liderazgo

No caben dudas de sus dotes de carisma, autoridad y liderazgo. Sus grafías sobrealzadas, las mayúsculas altas y esas barras de las “tes” elevadas y orientadas hacia arriba delatan al temperamento imperativo y autoafirmativo, a la rebelde indomable, a la personalidad que se sabe por encima de todos y de todos, y a la que resulta prácticamente imposible contrariar. A su liderazgo contribuyen también los rasgos que delatan habilidades interpersonales y unas impresionantes dotes de comunicación. No sólo era una gran conversadora, sino además una mujer persuasiva, convincente y seductora a través de la oratoria. Era una dama que sabía como nadie llevarse a los demás a su terreno.

Podía ser expresiva y muy vivaz a la hora de manifestar sus emociones, pero nunca se dejaba arrastrar por los sentimientos. Lejos de mostrarse visceral, ejercía un férreo autodominio sobre sus pasiones y sobre su natural sensibilidad que ella conocía bien y que podía, en ciertos momentos, hacerla parecer vulnerable.

Sus grafías verticales aunque vibrantes son el fiel reflejo de la prudencia y la mesura, tanto a la hora de controlar sus impulsos, como a la hora de tomar decisiones o enfrentar proyectos.

Esa dama soñadora e idealista

Las hampas sobreelevadas de las letras y los altos puntos de las “ies” (heredados, por cierto, por su nieto Guillermo) destacan el idealismo y una tendencia a la fantasía casi infantil en las grafías de la Reina. Se aprecia una clara confrontación entre su deber de mantener los pies sobre la tierra y esa faceta más espiritual, casi mística, que la elevaba hacia el ensueño y la irrealidad, con cierta tendencia a magnificar las cosas, muy lejos del terreno firme.

Y merece la pena que nos detengamos en esta faceta idealista para analizarla también en sus últimos manuscritos. En este, escrito en el año 2021, ya no se aprecia ese generoso tamaño de las letras, n la desproporción abismal entre jambas y hampas que observamos en sus cartas de juventud. Aquí el gesto gráfico se reduce y rebaja un tanto, y ya no vemos esas crestas coronadas ni las jambas tan profundas, sino que se aprecian proporcionadas al cuerpo central. Este gesto está delatando a una mujer más realista, vapuleada por los inevitables y duros acontecimientos de una vida muy vivida, que rebajaron ese espíritu de niña hacia la cruenta y ya fatigada realidad.

Autógrafo Reina Isabel II

Fragmento del mensaje manuscrito de la Reina Isabel en apoyo al premio de la Cruz Jorge al NHS, 2021. Imagen: BBC

Dios salve a la Reina

Para terminar este retrato grafológico, quisiera simplemente hacer referencia a la faceta más humana de Isabel II, una mujer con un carácter afable, que se mostraba cercana y espontánea pese a no perder nunca su solemne prestancia. Una mujer con una inteligencia brillante y una personalidad magnética, singular emblema del liderazgo más puro y auténtico, al que muchos gobernantes deberían aspirar.

Dios salve a la Reina por toda la Eternidad.

En Madrid, a 8 de septiembre de 2022

Sandra Cerro – Grafóloga y perito calígrafo

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Ver también el video sobre los seis aspectos de personalidad más notables de la Reina Isabel II: