La escritura, como reflejo inmediato de nuestra actividad cerebral, deja sobre el papel trazar reveladoras de los distintos estados de la mente y del cuerpo, ya sean psicológicos como físicos.

La grafopatología o detección de enfermedades a través de la escritura, se ha venido investigando a lo largo de los siglos, con mayor o menor fortuna. La mayor parte de las investigaciones cursaron a finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, pero siempre tuvieron detrás la sombra de los cuestionamientos por parte de los sectores médicos más puristas. En la actualidad, los grafólogos estamos viendo muy mermada la capacidad para investigar en los ámbitos de la Medicina, al darnos de bruces –al menos en España- con la Ley de Protección de datos de carácter personal y normativas garantes de los derechos de los pacientes.

No obstante, cuando observamos una escritura que se sale de los parámetros de lo habitual, es imposible no preguntarnos qué clase de patología, física o mental, puede llegar a sufrir quien la realiza.

Escritura y enfermedad. Breve análisis grafológico

Sin entrar a un detalle exhaustivo y minucioso, que no es el objeto de este breve artículo, voy a comentar algunas patologías y los signos gráficos que más las caracterizan.

La escritura de los narcisistas patológicos, por ejemplo, es muy reveladora y elocuente. Nos sorprende por sus enormes dimensiones y su estructura gráfica desproporcionada, plena de exageraciones que, ya de entrada, aunque no seamos grafólogos, sí nos llaman poderosamente la atención.

La escritura de los psicópatas se identifica claramente por su estatismo y rigidez, por una regularidad ausente de vibración o movimiento, que la asimila más a la escritura de un robot o un autómata que a la de un ser humano.

En la escritura de los asmáticos o de personas con algún tipo de insuficiencia respiratoria, se aprecian signos de cansancio tales como falta de presión o presión rota y puntos innecesarios, a lo largo del escrito, que no son sino puntos de apoyo del útil escriptor sobre los que la mano fatigada se ayuda a descansar. En la tuberculosis, por ejemplo, aparecen, entre otros signos gráficos, las palabras decrecientes, la presión floja provocada por la fatiga o astenia y el amplio espaciamiento entre renglones o entre palabras.

La hipertensión suele manifestarse en escrituras espasmódicas, sinuosas, muy irregulares, con finales de letra prolongados y formas de predominio anguloso.

La depresión es una enfermedad muy reveladora también por sus rasgos gráficos, destacando sus renglones en acusado descenso, acompañando a otros gestos de posible sufrimiento emocional.

Signos gráficos que alertan de posible enfermedad

Algunos signos claros que manifiestan enfermedad en la escritura son, por ejemplo:

Torsiones

Son inflexiones del gesto gráfico, giros o torceduras en rasgos que deberían ser rectos, que reflejan sufrimiento emocional o algún tipo de dolor interno de origen psicológico o físico.

Sacudidas

Las sacudidas son desigualdades repentinas e incontroladas, giros bruscos en el ritmo y la armonía del gesto gráfico. Al igual que la torsión, constituye un signo de defensa en un organismo en el que algo no funciona bien.

Temblores

Algunas patologías, como por ejemplo el Parkinson o la demencia senil, se traducen directamente en temblores del gesto gráfico originados por el temblor natural de la mano escritora.

Los temblores pueden ser signo también de otras enfermedades e incluso de los efectos de las drogas, el alcohol o efecto secundario de la toma de determinados medicamentos.

Dirección descendente muy acusada

El descenso acusado del renglón puede estar indicando desde fatiga física muy marcada hasta la manifestación de un estado depresivo más o menos avanzado.

En lo referente a la dirección de los renglones, debemos tener presente que, para valorar posibles patologías, no podemos basarnos únicamente en un solo escrito, sino en una tendencia a lo largo de varios documentos manuscritos.

Pérdidas de presión o brisados

La escritura poco presionada o brisada –con roturas bruscas y continuadas en el trazo- puede ser indicativa de un déficit en el flujo nervioso. El dolor físico, la fatiga, enfermedades de los sistemas respiratorio y vascular, así como enfermedades de tipo nervioso pueden producir pérdida de presión en el escrito.

Las enfermedades cardiovasculares, por ejemplo, se caracterizan por la presencia de brisados en el trazo.

Todos estos signos, siempre evaluados con minuciosidad, rigor y profesionalidad por parte del grafólogo, pueden alertar sobre una patología en curso. Pero hemos de tener en cuenta que la ética profesional del grafólogo, si éste no es a su vez especialista médico o psiquiatra, no le permite emitir un diagnóstico, sino un mero pronóstico, una alerta, para poner al cliente sobre aviso de tal alteración gráfica, que puede ser reflejo de que algo más profundo que pueda estar desestabilizando su organismo.

 

Sandra Cerro – Grafóloga y Perito calígrafo

sandracerro.com