Una de las formas más honestas y espontáneas que tienen los niños para mostrar sus sentimientos, su personalidad, y su forma de entender la realidad que les rodea, es a través de los dibujos y también de la escritura. Es por esto que el test proyectivo gráfico es una de las pruebas más aplicadas en pedagogía, no sólo para realizar un seguimiento del correcto desarrollo intelectual y emocional del niño, sino también con el fin de evaluar sus motivaciones, aptitudes, competencias destacadas, e incluso detectar posibles conflictos, complejos y miedos.

Naturalmente, el niño es mucho más espontáneo dibujando que escribiendo. El test de dibujo aplicado antes de los 10 años es el que arroja resultados más concluyentes y fiables. No obstante, a partir de los 5-6 años en que comienza el aprendizaje de la escritura, se puede seguir el proceso de madurez intelectual y emocional del niño también a través del análisis de su escritura.

Los rasgos más característicos de la escritura del niño a edad temprana son los que están condicionados por el esfuerzo que para él supone la ejecución de las grafías, hasta que consigue familiarizarse con ella. Estos son, por ejemplo, el tamaño grande, el interlineado irregular, las letras atrofiadas y la cohesión reenganchada.

A partir de los 8-9 años, se entiende que el niño ya ha adquirido motricidad gráfica suficiente, escribe con soltura, y deja en su grafía aflorar el inconsciente de su personalidad. Es en esta edad cuando aparecen los primeros indicios de personalización del modelo caligráfico:

  • El tamaño grande implicará carácter extrovertido y social, mientras que el tamaño pequeño reflejará al niño tímido y comedido.
  • Las formas curvas denotarán suavidad de temperamento y capacidad de adaptación, mientras que los ángulos serán reflejo de carácter irritable y rebelde.
  • La cohesión desligada desvelará al niño más independiente e intuitivo, y los ligados entre letras nos hablarán de asimilación lógica y sociabilidad.
  • La dirección ascendente o descendente de los renglones medirá el estado anímico, siendo optimista y alegre el primero, y pesimista o tristón el segundo.
  • La velocidad del escrito será un indicativo de la madurez psicomotriz e intelectual del pequeño, apareciendo ya los primeros indicios de mayor o menor agilidad de pensamiento y asociación de ideas.
  • En cuanto a la inclinación, en general será hacia la izquierda u oscilante, como rasgo general de inseguridad e incertidumbre propias de la infancia. Más adelante, hacia los 12-13 años, algunos niños comenzarán a inclinar valientemente su escritura hacia la derecha.

Aproximadamente hacia los 11 años, además de rasgos totalmente personalizados en la escritura, podrán aparecer también los primeros indicios de creatividad, originalidad, e incluso genialidad. El modelo caligráfico escolar se abandona definitivamente entre los 11 y los 14 años, dejando al descubierto el carácter y la forma de ser del niño viejo y el joven adolescente. Las coincidencias entre los tests de dibujo y grafológicos a estas edades arrojan resultados increíblemente coincidentes, y ya se pueden realizar pronósticos de orientación vocacional a través de la escritura.

 Sandra M. Cerro, grafóloga y autora del libro “Grafología pedagógica aplicada a la orientación vocacional”, ed. Narcea

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